Antes de empezar con el tema de la Isla del Rey, me gustaría hacer un breve comentario acerca de la política urbanística del Ayuntamiento de Maó, en general, ya que, lógicamente, está estrechamente ligada a las diferentes actuaciones que el municipio ha ido adoptando respecto a dicha isla, en estos últimos años.
La política del Ayuntamiento de Maó podemos decir que se ha caracterizado principalmente por la protección del territorio.
Con la aprobación del PGOU, en al año 1987, se descalificaba gran cantidad de territorio, sobretodo en la costa norte (desde es Grau hasta sa Mesquida), pero también en la costa sur (Binidalí, Canutells, Binicalaf), y, aún así, en estos momentos vuelve a discutirse el planeamiento actual.
Creo que el tiempo se ha encargado de darle la razón a este planteamiento. Sirva como ejemplo el hecho de que Maó tiene un techo de 55.000 h., mientras el de Ciutadella es de 180.000, y de que, en la actualidad, a nivel insular, se está intentando reconducir esta situación por medio de la Norma Territorial Cautelar y del Plan Territorial Insular. Esperemos que ambos proporcionen una luz acerca del futuro de Menorca vista como un todo y, por lo que respecta al apartado portuario, tendría que servirnos para visualizar el papel de los puertos de la isla en su conjunto.
Por otro parte, una vez ha abandonado el «desarrollismo turístico» como apuesta económica de futuro, el Ayuntamiento de Maó ha dirigido sus esfuerzos -dicho esquemáticamente- a potenciar el factor capitalidad, apoyado en el binomio puerto-aeropuerto, como gran puerta de entrada de pasajeros y mercancías, y por la extraordinaria implantación de los usos comerciales y de servicios, número dos de las Islas Baleares, en términos relativos de población y superficie.
Analizado el último y reciente estudio económico de la Caixa, no salen mejor parados los otros municipios de Menorca, en los que si ha habido una política intensa de «quemar territorio para usos turísticos».
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(*) Exposición realitzada por el teniente de alcalde de urbanismo, Francisco Fernández Terrés, a partir de los datos facilitados per la cronista-archivera municipal, M. Angeles Hernández.
Dentro de esta apuesta por volcarse en la ciudad y el puerto, es en el ámbito en el que se enmarcan los esfuerzos municipales por poner en valor la Isla del Rey y también otros esfuerzos como son los del Puerto de Invernada. Y aún otros que, necesariamente, seguirán para completar, en tierra, las instalaciones al servicio de las zonas de amarres. Todo ello sin olvidar el papel que juegan Cala Llonga y, sobretodo, Sant Antoni como zonas de segunda residencia y como alternativa al turismo de sol y playa para un determinado público.
Una vez realizados estos planteamientos preliminares, pasaremos a resumir las características históricas del inmueble que nos ocupa, así como las diferentes actuaciones que nos han llevado a la actual situación y a sus posibilidades de futuro.
En medio del puerto de Maó, casi a mitad de distancia entre la bocana y la Colàrsega, se encuentra la Isla del Rey, así llamada porque fue la primera tierra menorquina que pisó el monarca Alfonso III, cuando vino a conquistar Menorca a los musulmanes, el año 1287. Con anterioridad, se la conocía como Illa dels Conills.
La Isla del Rey, con 41.177 m2, tiene forma ligeramente triangular y cuenta con dos embarcaderos, uno al lado norte y otro al sur – el más utilizado – frente a la cala Fontanilles. Está prácticamente ocupada por el antiguo edificio del hospital militar y conserva, en la zona de levante, un recinto cerrado que protege los restos de una basílica paleocristiana del siglo VI.
En el siglo XVIII, al poco tiempo de instalarse en Menorca, el gobierno inglés expropió la Isla del Rey a sus propietarios para construir un hospital destinado a la marinería. En el año 1711, siendo comandante en jefe de la escuadra del Mediterráneo sir Jonh Jennings, se edificó un primer hospital, espacioso y ventilado -según los cronistas de la época-, que funcionó más de sesenta años, hasta que fue sustituido por el actual edificio de bellas líneas barrocas, construido en los años de la segunda dominación inglesa.
Durante el gobierno de Moystin se colocó, con toda solemnidad, la primera piedra del nuevo edificio por parte de sir Peter Benis Baronet, contralmirante de la Escuadra Roja y comandante en jefe del Mediterráneo, el día 30 de octubre de 1771, según rezaba una placa de cobre localizada en 1906, al demolerse parte del edificio para su restauración.
El nuevo hospital, construido entre 1771 y 1776, tiene dos plantas que se abren en forma de «U» alrededor de un jardín. Las fachadas que miran al mar son macizas y sólo tienen pequeñas oberturas, mientras que las interiores están totalmente abiertas y presentan una serie de arcadas superpuestas. La planta baja tiene un corredor abierto al patio mediante arcos rebajados que se corresponden con los arcos del primer piso que, en realidad, están cegados, pero abren en el paramento ventanas adinteladas. Cada uno de estos espacios se separa del siguiente mediante sólidos contrafuertes y, al contrario de la pesadez que parece debería conferir al edificio, en realidad, le dan un ritmo muy original que aligera el inmueble. En el eje central y coronando el edificio se levanta una torre cuadrangular que se convierte en el elemento ordenador y jerarquizador de todo el conjunto. La torre cuadrangular es un remate típicamente barroco y aquí cobra una importancia singular no solo por su función estratégica – servía de mirador para alertar de la llegada de los barcos – sino también estética, ya que aporta una grácil elegancia que determina la silueta de la fábrica del hospital sobre las aguas del puerto.
En aquella época, el hospital tenía 40 salas para los enfermos, diferentes habitaciones para los facultativos, enfermeros y otro personal y todos los servicios necesarios de botica, ropería y cocinas, además de tres cisternas y sala de baños.
Cuando los españoles emprendieron la toma de Menorca en 1781, las tropas destejaron el edificio y se llevaron puertas y ventanas al campamento de San Felipe para levantar allí unas barracas. Recuperada la isla, el gobierno español mandó reparar en el año 1784 los desperfectos causados durante el asedio y aumentar la capacidad del hospital, además de proveerlo de una capilla dedicada a San Carlos. A pesar de la gran degradación que sufre el edificio, la capilla conserva todavía un cierto interés por los ornamentos que aún mantiene. En el techo cubierto por una amplia bóveda de cañón se aprecian unas pinturas en grisalla que representan el tetramorfos. En la pared del fondo, dos ventanas con arco de medio punto iluminan la estancia y enmarcan los restos de un altar y retablo de piedra de sencillas líneas de inspiración barroca.
Según recoge el cronista maonés, Joan Roca i Vinent, en su Diary de Mahó, el nuevo hospital se inauguró el día 5 de abril de 1784 y el primero de agosto del mismo año se bendecía la capilla dedicada a San Carlos.
Todavía pasaría Menorca por un nuevo período de ocupación británica hasta su reincorporación definitiva al estado español, en cuyo momento, y como se expresa en el título de propiedad de la isla, el estado adquiere el dominio del hospital por derecho de conquista, en virtud del Tratado de Amiens, según certificado expedido por el comisario de Guerra.
Pero, pocos años después y a lo largo de las primeras décadas del siglo XIX, la vida del centro hospitalario se vio alterada per diferentes motivos. Durante la guerra de la Independencia, los recursos eran tan escasos que no permitían que se mantuviera el servicio del hospital, por lo que los enfermos fueron trasladados a los cuarteles de Villacarlos y la Isla del Rey se alquiló para pastar el ganado.
En 1821, Menorca se vio afectada por una epidemia de fiebre amarilla, y los establecimientos sanitarios se vieron desbordados, por lo que el antiguo hospital militar se tuvo que habilitar como lazareto.
Tras la conquista de Argel por parte de Francia, en 1830, las autoridades españolas concedían permiso a los franceses para establecer en la Isla del Rey un hospital de guerra y así poder atender a los heridos de la campaña africana, lo que motivó que el edificio fuese nuevamente restaurado.
Tres años más tarde, ocuparon las instalaciones de la Isla del Rey los americanos que la utilizaron como Estación en el Mediterráneo de la escuadra de los Estados Unidos. Allí tenían sus depósitos de materiales y un taller para la confección de vestuario para los tripulantes.
Todavía volvieron a ocuparla los franceses en 1840, pero en esta ocasión la utilizaron como depósito de carbón para suministrar los vapores que cubrían la línea con Argel, disponiendo de ella hasta 1843 que se les ordenó desocuparla para habilitarla nuevamente como hospital militar.
Después de tantas vicisitudes, a partir de ese año 1843, recupera su destino de hospital militar, que conseguirá mantener durante más de un siglo. Es seguramente una de sus etapas más brillantes; los historiadores de la época dicen que, una vez restaurado y ampliado, se convirtió en uno de los mejores establecimientos de su clase.
Su situación en medio del puerto, que resultó una ventaja en una determinada época por lo que de aislamiento suponía, resultaba, por otra parte, penoso y hasta peligroso para el transporte de los enfermos, que en ocasiones incluso había que suspender. Todo ello decidió al Ejército a construir un edificio de nueva planta en las afueras de la ciudad de Maó. En el año 1964, finalizaba la vida del hospital militar de la Isla del Rey, al ser trasladado al nuevo centro «General Cuesta Monereo» en la carretera de Sant Climent.
En cuanto a la basílica, a pesar de que su construcción es anterior a la del hospital militar, aproximadamente en el siglo VI, su descubrimiento es relativamente reciente. Fue en el año 1888, mientras se realizaban labores agrarias, cuando se localizó parte de un mosaico y de una construcción, que venían a demostrar que la Isla del Rey había sido habitada en tiempos antiguos. En efecto, el 24 de enero de 1888, mientras se efectuaban tareas previas a la siembra, se descubría, en la parte oriental de la isla, un hermoso mosaico de unos 32 metros cuadrados. El entonces gobernador militar, general Hipólito Llorente, mostró un gran interés por el hallazgo e hizo proteger la zona con postes y alambradas, si bien la falta de cubierta determinó un progresivo deterioro del mosaico hasta que, por fin, muchos años después, se ordenó su traslado al Museo de la Casa de la Cultura. En un principio, se supuso que se trataba de una villa romana o de una iglesia hebrea, pero estas primeras teorías fueron rechazadas por el Dr. Palol, que a raíz del nuevo descubrimiento del mosaico de Torelló y dada la semejanza entre ambos, realizó un estudio más profundo y llegó a la conclusión de que los dos hallazgos arqueológicos pertenecían a sendas basílicas paleocristianas. En la Isla del Rey sólo quedan los restos de la construcción, ya que el mosaico de colores blancos, rosas y azules, está, actualmente, depositado en el Museo de Menorca.
El Real Decreto 1243/79, de 20 de abril, declaró monumento histórico artístico y arqueológico de carácter nacional, la basílica paleocristiana y sus construcciones adyacentes.
Al trasladarse el hospital militar al nuevo centro en el año 1964, el Ayuntamiento, considerando la privilegiada situación del inmueble en el centro del puerto y lo adecuado que sería la construcción de un parador para la promoción del turismo náutico, realizó numerosas gestiones para que el Ejército pasara la propiedad al Ministerio de Información y Turismo para poder llevar a cabo dicha empresa. Las gestiones no fructificaron y el inmueble salió a subasta pública en diversas ocasiones que tampoco tuvieron un resultado positivo.
Por todo ello, en 1974, el Ayuntamiento de Maó se comprometía a la compra del inmueble por un valor de diez millones, a pagar en tres ejercicios, a pesar de la gran carga económica que suponía. Pero si bien esta cantidad, aún siendo elevada, todavía se podía asumir por las arcas municipales, era del todo imposible que se acometiera la restauración de un edificio que después de diez años empezaba a mostrar un alto grado de deterioro, y más impensable todavía resultaba que el municipio pudiera asumir la obra necesaria para convertirlo en Parador de Turismo o en otra obra urbanística idónea al puerto de Maó, como podría ser un puerto de invernada, complejo para deportes náuticos…
Estas circunstancias motivaron el acuerdo de Pleno, de veinte de mayo de 1975, de inicio de expediente para la cesión de la Isla del Rey al Ministerio de Información y Turismo con objeto de que se pudiera construir un Parador Nacional, al tiempo que se hacía cargo del pago de los cinco millones que todavía se adeudaban al Ejército.
Dicho acuerdo se hizo efectivo, tras el oportuno expediente, en escritura firmada en Madrid, el 22 de diciembre de 1976, a favor del Patrimonio del Estado, con la condición de que su destino fuera el de Parador Nacional con carácter náutico y, por tanto, revertible a favor del municipio caso de incumplirse plazos o destino, viniendo obligado en tal caso el Ayuntamiento a reintegrar los cinco millones recibidos.
Transcurrido largamente el plazo de cinco años estipulados sin que se hubiese construido el Parador Nacional de Turismo que motivó la venta, el Ayuntamiento Pleno toma el acuerdo, el 23 de diciembre de 1981, de reclamar la reversión de la propiedad de la isla. Un nuevo expediente y una nueva escritura devuelven al municipio la Isla del Rey en marzo de 1985.
Desgraciadamente, durante los veinte años transcurridos hasta que la isla pasó a ser definitivamente patrimonio municipal, estuvo completamente abandonada y el antiguo edificio del hospital militar fue expoliado de manera total y salvaje: primero fueron puertas y ventanas, de las que desaparecieron hasta los marcos; luego se destejó el edificio, se levantaron las baldosas del suelo y finalmente se cortaron las vigas de parte de sus techumbres. Poco a poco, los graffitis» fueron cubriendo sus muros y la vegetación se fue apoderando de todo el entorno.
Cuando la Isla del Rey pasó a ser municipal en 1985, el inmueble estaba prácticamente en ruinas y conseguir encontrar una solución que la salvara de un fatídico destino resultaba una empresa cada vez más difícil.
Así las cosas, el Ayuntamiento, al objeto de encontrar un proyecto viable, convoca un concurso de ideas, de ámbito nacional, para la reutilización física y gestión económica de los terrenos y edificaciones de la Isla del Rey. El objetivo de conseguir que el concurso tuviera gran repercusión se alcanza satisfactoriamente, pues se interesan más de 62 equipos profesionales de los que finalmente se presentan 23 trabajos.
Los proyectos, que se exponen al público en las salas del Claustro del Carmen, muestran la gran variedad de las propuestas presentadas, que van desde complejos hoteleros, centros de estudio, jardines botánicos… hasta la que podríamos calificar de idea extravagante por proponer el uso de la Isla del Rey como camposanto. El origen de los equipos también era variado, pues, además, de algunos equipos menorquines se presentaron otros de diferentes puntos de la geografía española, pero principalmente de Barcelona y Madrid.
A pesar de la cantidad de propuestas presentadas, el jurado calificador, en el que participan técnicos experimentados, considera que los trabajos no son globalmente satisfactorios, por no atender a alguno, o a ninguno, de los principios establecidos que eran:
– preservar el carácter natural de la isla como hecho paisajístico en el contexto de la bahía de Maó,
– apreciar y potenciar suficientemente el ambiente arquitectónico existente,
– aportar soluciones imaginativas en cuanto a los usos y propuestas económicas,
– y, por último, justificar la autonomía económica de las propuestas, tanto a la hora de su implantación como de su gestión posterior.
Frente a la variedad de propuestas y a la inviabilidad de todas ellas, el jurado sugiere al Ayuntamiento que profundice en posibles alternativas, buscando acciones a menor escala, y que la gestión combine iniciativas privadas.
A pesar de ello, y después de largas deliberaciones que van excluyendo un proyecto tras otro, se determina fallar el concurso a favor de tres proyectos: Insòlit, Jardins de desig y Eixos, con la intención de combinar las tres propuestas a la búsqueda de una solución práctica para la reutilización de la isla. Los tres trabajos coincidían en la reconstrucción estricta del antiguo edificio, en la adecuación de la jardinería y en la edificación de los embarcaderos.
Insòlit proponía un instituto internacional de biotecnología, coexistiendo con centro de estudios paleocristianos y un jardín botánico
Jardins del desig hablaba de un centro de estudios del Mediterráneo con restaurante y albergue
Eixos proyectaba un hotel de alto estanding con escuela de hostelería y centro de investigación para la protección del Mediterráneo.
Tal y como el jurado del concurso había advertido, ninguno de los proyectos reunía las condiciones generales para su ejecución, ni siquiera la combinación de los tres, tal y como se había sugerido, daba un resultado satisfactorio.
A la vista de los escasos resultados prácticos que había dado el concurso de ideas y convencido, el Ayuntamiento, de la necesidad de dar salida al proyecto de la Isla del Rey imprescindible para el desarrollo de las potencialidades tanto económicas como turísticas del puerto de Maó, en junio de 1993 se aprueba el pliego de condiciones económico-administrativas para la concesión del uso privativo de la Isla del Rey. En esta ocasión se destaca que los proyectos y ofertas deben garantizar los siguientes aspectos:
– dinamizar la actividad económica del municipio
– potenciar la imagen nacional e internacional de Maó
– respetar el carácter histórico y cultural del conjunto
– enmarcarse de forma coherente en el entorno del puerto
– desarrollar actividades que singularicen la Isla del Rey
– conformar ofertas diferenciadas de actividades excluyéndose las específicas de temporada
En septiembre de aquel año, se abre el plazo para la presentación al concurso de proyectos para dar viabilidad al uso y explotación de la Isla del Rey, pero, a pesar de haberse ampliado el plazo, a petición de algunos interesados, al acabar definitivamente el día uno de febrero 1994, no se ha presentado ni una sola plica al concurso. Nuevamente, los esfuerzos municipales no se ven recompensados con una alternativa válida como ya había pasado en la anterior ocasión.
A pesar de esta nueva decepción, el interés del Ayuntamiento no decae y el convencimiento de que es necesario y urgente frenar el deterioro que sufre este patrimonio único hará que se pongan en marcha nuevos mecanismos para llegar a encontrar una solución al tema.
A finales de aquel mismo mes de febrero de 1994, y cuando ya parecía que la iniciativa privada no mostraba ningún interés en el proyecto de la Isla del Rey, se recupera el tema con la presentación de tres ofertas: como centro de convenciones náuticas, como casino y como centro de investigaciones científicas y congresos. La última de las cuales, presentada por GESA, sería la más viable y durante los meses siguientes se continuará estudiando la propuesta, que cuenta con el soporte de la Universidad de Barcelona.
Siguen los contactos con GESA y la Universidad de Barcelona para continuar las gestiones encaminadas a la recuperación de la Isla del Rey. Los esfuerzos van dirigidos a conseguir que el uso cultural sea compatible con el proyecto de crear un centro de investigaciones científicas y fórum de convenciones, pero a pesar de todo sigue sin encontrarse la viabilidad al proyecto.
En noviembre de 1997 el Ayuntamiento, deseoso de encontrar la solución adecuada, aprueba un nuevo pliego de condiciones cambiando las cláusulas anteriores por la contratación, mediante procedimiento abierto.
Estas modificaciones respecto a las anteriores van encaminadas, una vez más, a conseguir un destino con futuro, que parece vislumbrarse en enero de 1998 con la presentación de un nuevo proyecto para la Isla del Rey, por la empresa Fractal. El diseño del arquitecto japonés Kisho Kurokawa propone la instalación de un hotel de cinco estrellas.
Es, posiblemente, el momento en que más cerca se ve la solución definitiva para la Isla del Rey. El proyecto presentado cuenta con el apoyo de la mayoría de empresas menorquinas relacionadas con el Turismo que manifiestan específicamente este visto bueno a un proyecto que puede poner un punto final brillante a tantos años de búsqueda de una solución viable. El Pleno del Ayuntamiento aprueba la concesión del uso privativo de la Isla del Rey a la empresa Fractal Design and Construction Company en abril de 1998, para la construcción de un hotel de cinco estrellas que cumple todos los requisitos necesarios.
A pesar de todos los esfuerzos realizados, el incumplimiento de las cláusulas del pliego de condiciones y, prácticamente, la incomparecencia de la empresa, determina la resolución de esta concesión por acuerdo de Pleno de julio de 2000.
Todas estas contrariedades, no han conseguido minar el ánimo municipal, y, a pesar de ellas, este año, el Ayuntamiento, decidido a conseguir un destino con futuro, retoma el proyecto urbanístico de la Isla del Rey y saca a concurso la redacción de un Plan Especial que establecerá las condiciones de edificación de un nuevo proyecto.