Un pionero hospital naval inglés en Menorca
Es de todos conocida la existencia del hospital naval británico en la Isla del Rey, en el puerto de Mahón. Pero lo que quizás no lo sean tanto, son algunos aspectos de su historia y arquitectura. O aún más, el posible sentido que el término y uso de hospital, sea o no naval, tenía por aquel entonces, en los inicios del siglo XVIII, cuando se construye el primer hospital inglés, en esa pequeña isla del Port-Mahón, ya controlado «de facto», si no aún de derecho, por los ingleses.
sí podemos ya adelantar algunas ideas sobre ellos. En abril de 1711, el almirante sir John Jennings, comandante jefe de la escuadra del Mediterráneo y marino resolutivo, avala con su firma la construcción de lo que sería el primer hospital naval en Menorca. Y lo hace incluso antes de mandar a Londres, en junio siguiente, los planos y presupuesto, que a principios del mismo año se habían dibujado en la isla. El autor de ellos habría sido probablemente el capitán Latham, miembro de la guarnición inglesa menorquina. Un año después, cuando Jennings tuvo que rendir cuentas por esta irregularidad, contestó que si hubiera esperado a obtener el permiso …se habría perdido la mano de obra especializada de los trabajadores mallorquines y catalanes, que entonces terminaban las fortificaciones isleñas.
Pero en realidad el interés por la construcción de un hospital propio y adecuado para la navy provenía de antes. Igual que los intereses británicos por el Portus Magonis, aquel fabuloso puerto del Mediterráneo, que ya mencionaba Plinio. Ambos asuntos estaban estrechamente ligados. Aún lejos 1713 y el Tratado de Utrecht, por el que la isla será cedida a la corona británica, en 1708, desembarcan en Menorca tropas inglesas, enmascaradas como aliadas de los españoles partidarios del archiduque en la guerra de Sucesión a la Corona de España. Mayoritariamente, los estamentos dirigentes menorquines, fervientes partidarios de esta causa, les abren las puertas. No es lugar apropiado este pequeño artículo, tanto por tamaño, como por el tema que aborda, para desarrollar más este apasionante episodio de la historia menorquina, que además tanta tinta ha vertido.
Sólo mencionar que de una forma u otra, por unas u otras razones, durante el siglo XVII ya se estaba revalorizando el puerto mahonés y la isla, que irían adquiriendo a lo largo del mismo, mayor prestigio. Ahora, incluso internacional. Y también tráfico marítimo. No en vano, Menorca se encontraba en medio del paso de los grandes convoyes marítimos que surcaban el Mediterráneo, como por ejemplo, la ruta de Esmirna. Entre ellos, los ingleses y holandeses, cuyas compañías comerciales desarrollaban a lo largo del XVII la de las Indias Orientales.
Hay noticias sobre el uso del puerto de Mahón para invernadas por parte de esas armadas, entre otros a mediados y finales del siglo XVII. En estos años, los navíos ingleses no sólo buscaban refugio en el puerto mahonés. También allí carenaban y arreglaban sus barcos. Inglaterra llegó incluso a destinar en la isla un Comisario de almacenes y Agente para la flota.
En noviembre de 1678 llegará al puerto de Mahón Thomas Baker, cónsul británico en Trípoli. Permaneció en él hasta primeros de enero, para partir rumbo a Génova y Livorno. Durante su estancia, llegaron también otros barcos de Marsella y sobretodo Inglaterra.
El movimiento marítimo en el puerto mahonés en la segunda mitad del XVII, aún siendo pleno invierno, era por tanto más que patente. Incluso antes, en 1621, se puede constatar que naves inglesas buscaban allí aguada y provisiones, mientras patrullaban por Berbería. También, a veces, incluso la flota francesa. Mientras tanto, a lo largo del siglo, los navíos de poco calado y eslora podían seguir atracando o fondeando en el pequeño puerto de la capital de la isla, Ciudadela. O en el de Fornells, que en estos momentos estaba comenzando a fortificarse, por lo que allí no existía más población que el novísimo arrabal del también nuevo castillo de San Antonio.
Pero en 1661, Inglaterra conseguirá lo que hacía tiempo ansiaba y necesitaba para consolidar sus planes de potencia emergente. Algo que era ya desde 1585 patente, cuando se alza en contra de España y en apoyo de los holandeses, convirtiéndose en una nueva potencia marítima, que entrará en el juego político del Mediterráneo. Poner el pie en las puertas del Mare Nostrum. Y lo consigue de Portugal, cuando éste le cede la plaza de Tánger, como parte de la dote de boda del recién restaurado Carlos II Stuart de Inglaterra con Catalina de Braganza. No es extraña esta alianza. Todavía Portugal tiene cerca el recuerdo de su pertenencia a España, y aliarse con Inglaterra, por medio de las entonces habituales alianzas matrimoniales, le ayuda a afianzar esa independencia. Pero realmente, pronto se verá que la plaza no cubre las expectativas que los ingleses habían puesto en ella. Por ello y a pesar de haber creado incluso una compañía comercial para su explotación, entre 1683-84 la abandonarán. El célebre periodista Samuel Pepys recoge en sus escritos las vicisitudes de esa empresa. E Inglaterra volvía a quedar fuera del Mediterráneo. Entonces, de nuevo y en las postrimerías del siglo, Menorca y especialmente su puerto de Mahón, aparecen en el horizonte de las apetencias y necesidades inglesas.
Además, en los últimos decenios del siglo, a partir de 1680, se intensifica la potencia naval francesa, con la modernización de las basas navales existentes, junto a la creación de nuevas, en sus costas del mediterráneo. Ya se intuía lo que luego se desarrollará plenamente en el XVIII. Que el mar sería uno de los más importantes y decisivos tableros del juego. Y entre todos el Mediterráneo, una de las bazas fundamentales. Con ello, Menorca y sobretodo su puerto de Mahón, no podían pasar desapercibidos y permanecer al margen. Ahora ya, tanto franceses como ingleses, tenían puestos los ojos en la balear menor y su fabuloso puerto.
Quizás en buena parte por ello, no puede extrañarnos que recién llegados los ingleses a la isla, en 1708, el Sick and Hurt Board británico envíe un agente, Pierce Griffyth, a Menorca, con el encargo inmediato de establecer un hospital en ella. Las primeras y ya urgentes para la Navy acciones, supusieron buscar y alquilar acomodaciones para algunos enfermos, parece ser que en un convento de la ciudad de Mahón.
Pero las instrucciones a largo plazo eran claramente explícitas. Se debía consultar con «el oficial naval de mayor rango la mejor localización para construir un hospital propio y adecuado, y tener preparado allí mismo [en Menorca] planos y presupuesto, para aprobarlos en Londres». Al año siguiente, en 1709, el almirante George Byng y Pierce Griffyth tenían estimado un presupuesto de 9.000 libras para el proyecto. Esta enormemente cuantiosa cantidad de dinero para la época, nos da idea de que probablemente estaba en su mente la construcción de un importante hospital en Menorca. Por otra parte, todo ello también, además, nos puede hablar de las más íntimas y verdaderas intenciones de permanencia en la isla que los ingleses tenían ya entonces, en fecha tan temprana y antes de Utrecht, más allá de las vicisitudes y apoyos en la guerra de Sucesión al trono de España.
Byng fue sustituido por Jennings y el proyecto quedó en «papel mojado». No así las intenciones. Las instrucciones iniciales dadas a Griffyth no fueron canceladas con el cambio de mando. Jennings las utilizará, junto a su autoridad, como hemos ya contado, para llevar a cabo en la Isla del Rey la construcción del primer hospital naval adecuado, edificado especialmente para la Royal Navy. El coste económico quedó en una tercera parte de lo antes presupuestado. Pero el Almirantazgo inglés, en vez de felicitarse por ello, retrasó el pago. Hasta que el mismo Jennings lo solicitó a la reina Ana, en nombre propio y el de su hermano, también oficial de la flota, quién le había prestado parte de los fondo, a los que se sumaban los suyos propios, para financiar el proyecto.
Como hospital de la Royal Navy fuera de Inglaterra, el naval de la Isla del Rey en el puerto de Mahón de 1711 fue no sólo pionero, sino único durante prácticamente treinta años. Realmente, se habían construido dos más pocos años antes, pero se trataban de pequeñas y precarias construcciones a todos los niveles, desde arquitectónicos a médicos. El primero fue establecido en Jamaica en 1704. Aunque sabemos poco de él, no parece que fuera más que una serie de cobertizos de madera, que incluso años después, en 1739, podía acomodar sólo a sesenta y dos enfermos. En 1706 se abre un segundo hospital, esta vez en la europea Lisboa y con bastante seguridad en un edificio alquilado. No será hasta 1860, por ejemplo, cuando se construya el grandioso y neoclásico hospital naval de Malta.
Pero en los años treinta del siglo XVIII se levantaron voces solicitando también un hospital adecuado para Gibraltar, donde sólo habían alquiladas algunas acomodaciones para los casos menos serios. El resto eran, hasta entonces, enviados a Menorca. En 1734 se realizan tres diseños, pero incluso el mayor de ellos, sólo podía albergar ciento sesenta pacientes. En 1739, la situación internacional -guerra inminente con España y reforzamiento de la flota inglesa en el Mediterráneo-, hace más patente la necesidad de un hospital adecuado en la Roca. El hospital existente allí consistía en dos cobertizos con habitación para treinta enfermos… ¡y había realmente más de seiscientos! Por ello, en 1741, se autoriza un hospital para mil camas, que fue terminado en 1746. Parece ser que las acomodaciones eran en él realmente más espaciosas que en el hospital menorquín.
¡No en vano, habían transcurrido más de treinta años desde el diseño del primer hospital naval de la Isla del Rey! Y los estudios, tanto científicos como arquitectónicos, así como las tendencias para un edifico de este uso y características, estaban en ese tiempo, junto a otras tipologías, en el ojo del huracán de la visión de los reformistas ilustrados. Inglaterra, pionera en el siglo de las Luces desde los albores del siglo, lo fue también en este especializado campo. Luego, en poco tiempo, esas inquietudes llegarán también a la ilustrada Francia.
Quizás algo de todo esto tuvo que ver con la situación que parece tener el hospital naval menorquín a mediados del siglo XVIII. Desde el punto de vista inglés, fue la supuesta negligencia de la administración francesa, durante su corto período de dominación de Menorca, entre 1756 y 1763, junto a un inadecuado mantenimiento a partir de la vuelta de los ingleses a la isla, los que llevaron al edificio al colapso que sufrirá en 1770. No se menciona si pudo o no dejar de ser considerado con el suficiente interés por la administración británica, a medida que en los años cuarenta lo adquiría el de la Roca, acabado como se ha mencionado, en 1746.
Pero al menos entonces, en los años setenta del siglo, Menorca y su hospital seguía o quizás volvía a ser, de gran interés para la Gran Bretaña. Por ello el edificio del hospital naval en la Isla del Rey será de nuevo construido. Y se hará incluso incrementando su capacidad -hasta mil doscientas camas-, e introduciendo novedades tanto en el campo de la arquitectura como de lo salubre, médico e higiénico. Pero dada la extensión ya alcanzada por este artículo, todo ello y mucho más, que ha tenido que quedarse en el tintero, como lo prometido sobre el verdadero sentido y uso de los hospitales navales en la Inglaterra ilustrada del XVIII, deberá ser ya parte de otro que esperamos próximo.